Cuando la sentimentalidad está “fuera de moda”, Santiago Venturini
nos trae un libro que se sumerge en ella. ¿Será, como en Flaubert, un año de
éducation sentimentale? En este libro, compuesto con poemas antiguos y
recientes, el yo lírico va al pasado, regresa al presente y efectúa un balance.
Cualquier objeto o situación lo lleva a reflexionar sobre estos temas: las
abluciones matutinas, la teoría de la evolución, el paseo con un bebé, una
astróloga televisiva.
El epígrafe, tomado de un poema de Wallace Stevens, alude al
“apaciguamiento que necesitan” los “hombres simples” que viven en “ciudades
simples”. Quizás el sujeto lírico de estos poemas, como el profeta bíblico
Isaías, sabe sólo (así continúan los versos del poema citado) “que un alivio
salvaje grita / con una voz salvaje”. Pero no escuchamos gritos en estos
poemas, a menos que se trate de gritos sordos. El tono es melancólico; la voz
del yo, meditabunda. Siempre hay un acto de visión que precede a la reflexión:
la sinécdoque de su cabeza en el espejo, un fresno y la pantalla de un monitor,
los pasillos de un supermercado, e incluso las “visiones” de un místico que se
para en mitad de una avenida.
Las relaciones (amorosas, efímeras, maternales) dominan el libro; pero
sobre todo se destaca el vínculo paternal-filial. En su balance, el hablante
pondera también su propia participación, como filiación, en el futuro. Y se dice,
a modo de conclusión: “Tu elección fue diferente: / no mala / quizás demasiado
individual”. Tal vez sean estas las lecciones del año sentimental: ¡para nada
desdeñables!

Un año sentimental de Santiago Venturini

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Cuando la sentimentalidad está “fuera de moda”, Santiago Venturini
nos trae un libro que se sumerge en ella. ¿Será, como en Flaubert, un año de
éducation sentimentale? En este libro, compuesto con poemas antiguos y
recientes, el yo lírico va al pasado, regresa al presente y efectúa un balance.
Cualquier objeto o situación lo lleva a reflexionar sobre estos temas: las
abluciones matutinas, la teoría de la evolución, el paseo con un bebé, una
astróloga televisiva.
El epígrafe, tomado de un poema de Wallace Stevens, alude al
“apaciguamiento que necesitan” los “hombres simples” que viven en “ciudades
simples”. Quizás el sujeto lírico de estos poemas, como el profeta bíblico
Isaías, sabe sólo (así continúan los versos del poema citado) “que un alivio
salvaje grita / con una voz salvaje”. Pero no escuchamos gritos en estos
poemas, a menos que se trate de gritos sordos. El tono es melancólico; la voz
del yo, meditabunda. Siempre hay un acto de visión que precede a la reflexión:
la sinécdoque de su cabeza en el espejo, un fresno y la pantalla de un monitor,
los pasillos de un supermercado, e incluso las “visiones” de un místico que se
para en mitad de una avenida.
Las relaciones (amorosas, efímeras, maternales) dominan el libro; pero
sobre todo se destaca el vínculo paternal-filial. En su balance, el hablante
pondera también su propia participación, como filiación, en el futuro. Y se dice,
a modo de conclusión: “Tu elección fue diferente: / no mala / quizás demasiado
individual”. Tal vez sean estas las lecciones del año sentimental: ¡para nada
desdeñables!